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Teresa con la gran familia de Frater

Se deja de confiar en la gente cuando ya no nos cogemos de la mano. Cuando dejamos de decirle al otro lo fuerte que es o simplemente si quiere un café. Se deja de confiar en la gente cuando las caricias se van con las prisas del día.

Se deja de confiar en la gente cuando las discusiones superan las reconciliaciones, cuando la complicidad se convierte en desconfianza; cuando los detalles que antes importaban ahora pasan desapercibidos. Se deja de confiar en la gente cuando la rutina reemplaza la aventura y los días son pura obligación; entonces se deja de confiar en la gente, cuando ya no encontramos tiempo para mirar al otro a los ojos y reconocer y recordar el porqué de tu vocación.

“El cuerpo baila con quien sea”, pero el alma, compañeros, no ríe con cualquiera.

Y en mi caso, bendito sea Dios, hace 91 días mi alma ha empezado a reír aquí, en el Maset de Frater.

Yo quiero llorar, reír, pasear cogidos de la mano, un abrazo, los problemas del mundo exterior que no nos alcancen, quiero la confianza que se instala en la piel y contigo lo he conseguido, y cuando digo contigo digo FRATER, y cuando digo FRATER sois todos vosotros… y no puedo nombrar a todos… porque mi tutor me mata; pero gracias por devolverme la confianza de poder confiar en la gente.

Teresa Abad, estudiante en prácticas de Integración Social

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