
El ejercicio físico, más o menos intenso, es siempre fuente de vitalidad. Se diría que la práctica deportiva es capaz de generar estados alterados de conducta que resultan extremadamente beneficiosos para nuestra salud y que se pueden inducir a partir, simplemente, de pequeños esfuerzos o micro ejercicios de forma sistemática. No es necesario someternos a palizas extremas o entrenamientos extenuantes.
La práctica de una rutina de acciones orientadas a un fin que no tiene por qué ser competitivo dentro de un plan más o menos continuado en el tiempo, es capaz de generar en nosotros el efecto de pequeñas píldoras de la felicidad que introducen en nuestra conciencia estados de bienestar, ganas de vivir, ilusión, fortalecimiento de la voluntad y otras muchas cosas esencialmente buenas, de forma saludable.
La persona, con discapacidad o no, está movida a la acción. Y ésta no tiene por qué estar siempre orientada a la transformación de la realidad. Puede crearse o recrearse en el ocio, en la contemplación, en el conocimiento de uno mismo y sus límites, en el contacto con la naturaleza, en el compartir experiencias con el otro, en dejar que pase el tiempo de forma pausada o rápida, no importa, en cuidarse y cuidar.
La boccia, la natación, los circuitos, etc. son esos deportes inclusivos que practicamos a diario sin mayor pretensión que llenarnos de vida. No es poca cosa.
Objetivos de este área:
- Conseguir la conservación y mejora de las capacidades físicas y mentales.
- Fortalececer la autoestima, aumentando la confianza en capacidades y competencias.
- Profundizar en la socialización e inclusión comunitaria.