El pasado 11 de abril un numeroso grupo del Maset fue al Palau de la…

A veces, que se apague todo es la forma que tiene la vida de encendernos por dentro; sin pantallas, ni luces, volvimos por un instante a conectarnos con una naturaleza impoluta, pero olvidada, olvidada por las prisas, el ruido, la tecnología, el egoísmo, la incertidumbre… Con el apagón desconectamos de una apariencia externa y superficial, densa y fría, para reencontrarnos a nosotros mismos, y por un espacio apenas perceptible recobramos algunas cualidades, facultades y hábitos relegados por la máquina autómata del materialismo.
Encendernos por dentro es estrechar esos valores, conceptos e ideas que nos sustentan e identifican como personas únicas e irrepetibles. Volvimos a sentir el calor y la necesidad de apreciar más el tiempo, el relacionamiento, la tolerancia, el respeto y la apertura al diálogo. Hacen falta más apagones, pero no para ocasionar pérdidas, sino para obtener ganancias fraternales que no puedan ser compradas ni por todo el oro del mundo, apagones que enciendan la chispa del entusiasmo, la motivación y el contagio del amor. Con el apagón hubo un momento de flaqueza y preocupación, pero también fue un momento de observarnos, escucharnos y contemplar los efluvios de la cotidianidad y la sencillez. Que no sean necesarios los apagones para conectar con nuestro poder infinito, y poder reír, abrazar, acariciar… ¡Qué efímero puede resultar todo! Generemos recetas de humanización mientras nos caduca la vida.
Keyla León