Skip to content

El espectáculo debe continuar. Te lo debemos a tí, Lidón, que te has marchado sin mirar atrás.

Cuando hablabámos a menudo de la magia del teatro, siempre decías que el aplauso del público al final de una obra era adictivo. No ya por la vanidad del actor o actriz que se recrea en su personaje y toca, aunque solo sea por un instante la gloria, sino por algo mucho más profundo y verdadero: La certeza de que has hecho bien tu trabajo.

Y así es, has hecho tu trabajo y por eso mereces no ya el aplauso final, efimero y fugaz, sino el reconocimiento a toda una vida de lucha, de constancia, de incansable voluntad.

Al final te pudo la enfermedad y sus secuelas, tantas veces amarga y cruel en el hospital, en casa, con el cuidado impagable de tu madre, tu familia y la Frater. Al final te has ido Lidón, pero no te ha podido la vida. La que nos regalaste con entereza y valentía. Con alegría libre, desbocada, contagiosa…

Buen trabajo Lidón.

David C.

Volver arriba