El lunes 23 de diciembre, en el pasillo de la cristalera, tuvo lugar el recuento…
Con frecuencia leemos anuncios como: “Se necesitan camareras”, “Solicitamos personal de limpieza” o “Señora responsable para la cocina; disposición inmediata”.
Son las personas que limpian, las que ayudan en la cocina, las que hacen las camas, entre otras; las que despliegan un sin cesar de cargas a sus espaldas y son las invisibles, muchas veces ocultas tras el velo de la injusticia e indiferencia social. Luchan incesantemente por conseguir unos derechos laborales justos y por apaciguar la avaricia voraz y acuciante de aquellos propietarios superiores y mordaces.
Son trabajos donde es absolutamente necesario reconocer el esfuerzo que realizan estas personas, ya sea por afición o por necesidad, ya que son indispensables y de gran encomio.
Todo trabajo es digno de respeto y alabanza, todos cumplen un objetivo a gran escala porque, muchas veces, actúan entre sí como complemento para que el resultado final sea más efectivo y agradable.
Si todos fuésemos médicos, ¿quién limpiaría los consultorios, los quirófanos? Si todos fuésemos limpiadores, ¿quién atendería en las emergencias de los hospitales? Nos necesitamos. Un trabajo no es menos ni más importante que otro.
Hay quien nunca ha hecho una cama, elaborado un buen plato de comida o limpiado un váter en su vida, y hay quien limpia quinientos váteres al mes, quinientas camas y quinientos platos de comida.
Keyla León